Desde un punto de vista económico, el monasterio constituía una hacienda dotada de talleres artesanales anejos: fábricas de cerveza, molinos, bodegas, boticas de plantas medicinales y, muy frecuentemente, hospitales. Cuando estaba situado en el campo, al lado del monasterio se emplazaba una aldea y el castillo, normalmente juntos. El castillo era la residencia del noble del lugar, que contaba con un pequeño ejército propio regido como una gran familia, cuyo número de miembros podía exceder al de una compañía. En caso de aumentar su poder, estos castillos podían adquirir dimensiones considerables. En
El objetivo último de la nobleza era civilizar la lucha –a través del culto a la mujer, como la lucha por el honor de una dama- y la ética –protección de los débiles, viudas y huérfanos- . El caballero se convirtió en una figura romántica síntesis del atractivo masculino: dispuesto a morir por su señora y a sacrificarse por los pobres y los débiles; generoso en sus actos y en su pensamiento; sin temor por su propia vida, que ponía constantemente en juego; firme en su lealtad y atractivo y encantador en sus maneras. Tal idealización influyó decisivamente en la representación europea del atractivo varonil. En la literatura burguesa, el amante sigue siendo normalmente un aristócrata caballeroso (caballeresco), y por eso hasta hoy mismo las mujeres siguen soñando con príncipes de leyenda, pues las acciones de los caballeros se han transmitido precisamente a través de estas leyendas. Las más conocidas son las historias que hablan de cierto rey Arturo o Arturo, rey celta de Gales, y su legendaria Tabla Redonda. Arturo reunió en torno a ella a los mejores caballeros de la región, como Lancelot, Tristán, Gawain, Erek, Galahad, Perceval y el mago Merlín, quienes como signo de su superioridad sobre otros caballeros, tenían como misión recuperar una copa extraordinariamente valiosa llamada el “Santo Grial”. Pero Tristán arde de amor por Isolda, aunque ella esté enamorada del tío de Tristán. En verdad, las virtudes caballerescas ya no eran lo que habían sido, pues Lancelot entabla una relación ilícita con Ginebra, la esposa de Arturo, por lo que no logran recuperar el Santo Grial. Cunde la desconfianza y, como suele suceder en estos casos,
Germanos (Wolfram von Eschenbach), románicos (Chrétien de Troyes), ingleses (Thomas Malory) y músicos (Richard Wagner) siguen ocupándose hasta hoy mismo de las historias del rey Arturo.
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