NUESTRA TREMENDA RESPONSABILIDAD:
los llamados a reconstruir el mundo
somos nosotros.
Es una realidad total,
los únicos que podemos cambiarlo,
somos nosotros si vivimos
nuestra religión.
¿ POR QUÉ SE ME HACE NECESARIO HABLAR HOY DEL P. HURTADO ?
Porque al conocerlo a él he descubierto una vez más todo lo que puede pasar con un "SI" radical y sostenido a la voluntad de Dios, todo lo que puede suceder cuando alguien busca de manera constante al Resucitado que sigue presente y actuante en nosotros y en nuestro mundo. Sin duda que la historia de la Iglesia y de la sociedad chilena no se pueden escribir sin la figura del P. Alberto Hurtado. Su respuesta generosa y siempre anhelante de mayor autenticidad y coherencia, no sólo cambió su vida sino también la de mucha gente que lo conoció, que vivió y que sigue viviendo bajo su influjo.
Lo anterior me hace también caer en la cuenta de que un bienaventurado o un santo es alguien que no sólo respondió "acertadamente" al llamado que Jesús le hizo un día a seguirle y a colaborar con Él en la construcción de su Reino.
Es además una persona cuyo "espléndido testimonio y ejemplo de santidad" (LG 39), y a veces también sus obras, nos siguen acompañando en nuestro propio caminar de creyentes; es alguien que sigue santificando la realidad social e histórica porque ha participado plenamente de la fuerza de vida que le ha comunicado el Resucitado. Ojalá que la persona del P. Hurtado siga marcando la historia del presente y del futuro, no sólo de la Iglesia y sociedad chilenas, sino también la de otras iglesias y lugares.
En gran parte esto depende mucho de nosotros los jesuitas, porque, como dice el Superior General de los jesuitas en una carta dirigida a toda la Compañía, "el ejemplo del Padre Hurtado se nos ofrece hoy como regalo del Señor e interpelación para nuestra propia vivencia religiosa".
Por último, en nuestros tiempos, cuando son escasas tanto la ilusión como las prácticas solidarias, el P. Hurtado nos puede ayudar a recuperar la confianza en que la solidaridad con los pobres es posible: como tantos otros hombres y mujeres en la historia de la Iglesia, él nos mostró con palabras y hechos que Dios está comprometido con esa causa.
Además, su amor a los pobres, amor creativo y sediento de eficacia, nos puede estimular a buscar nuevos medios para hacer más real la solidaridad en nuestra tierra.
Para el que está empapado de Cristo, como lo estuvo el Padre Hurtado, los recursos nunca están agotados; siempre se preguntará una y otra vez: "¿Qué haría Cristo en mi lugar?".
Fernando Verdugo s.j. (Mensaje, 8/96)
ALGO DE SU BIOGRAFIA

Nació con el siglo XX, en una familia aristocrática pero no rica, y vivió sus primeros años en el campo. Su padre murió pronto, dejando a su madre, sola, sin dinero y con dos pequeños hijos. Allegados en la casa de sus tíos, Alberto tuvo desde niño una vida austera y sinceramente cristiana. El ejemplo de una madre con una fe profunda y una caridad siempre atenta a las necesidades de los demás lo marcó para siempre.
Becado en el Colegio San Ignacio de la Compañía de Jesús, fue un buen alumno pero no sobresaliente. Si no se destacó en el estudio, si lo hizo por su intensa vida espiritual. Aquí encontró la guía de varios sacerdotes que serían fundamentales en su vocación. Y aquí también conoció a sus entrañables amigos de toda la vida, varios de los cuales consagrarían su vida a Dios.
Antes de entrar en la adolescencia, tenía su futuro decidido. Pero debió postergarlo considerando los problemas económicos de su familia. Estudio derecho, trabajando paralelamente, sin dejar nunca de lado su vida espiritual cada vez más profunda y una activa caridad. Resueltos los problemas económicos, partió al seminario.
Al terminar sus estudios, después de pasar por varios países empapándose de la rigurosa preparación jesuítica, volvió a Chile. Fue como si aterrizara un ciclón.

Pero divergencias con sus superiores en la Acción Católica, acusaciones de falta de espíritu jerárquico, de injerencia en lo político y de ideas avanzadas en materias sociales hicieron crisis. Humildemente, el Padre Hurtado obedeció y dejó su trabajo con los jóvenes.
Entonces, todas sus energías se encauzaron hacia el otro tema que lo desvelaba : los problemas sociales. En cada pobre descubría a Jesús. Quería solucionar de inmediato los dramas que veía a diario, pero también buscaba las causas más profundas de la pobreza. Así tocó puertas, recolectó fondos y movió corazones para sacar adelante al Hogar de Cristo, donde cobijó a niños y viejos desamparados. Al mismo tiempo, estudió y viajó buscando respuestas modernas a los problemas sociales.

Incansable, siguió ideando obras que ayudarán a construir una sociedad más justa : La ASICH, para crear un sindicalismo cristiano; la Revista Mensaje, para analizar la realidad desde el punto de vista de la Iglesia.
Tuvo tiempo para preparase. El cáncer al páncreas lo fue minando de a poco. "¿ Cómo no estar agradecido de Dios ? ¡ Qué fino es EL! Todas mis obras han prosperado; en lugar de un muerte violenta me manda una larga enfermedad para que pueda arreglar tantos asuntos; me da gusto ver tantos amigos... verdaderamente Dios ha sido para mí un Padre cariñoso, el mejor de los Padres.
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